EL FORMATO DE RUTINERARIO ES OBRA DEL POETA FRANCO MUZZIO QUIEN EN CONJUNTO CON LOS MIEMBROS DEL COLECTIVO CULTURAL CULTURAALAVENA LO IMPLEMENTO Y PRESENTO POR PRIMERA VEZ EL 31 DE AGOSTO DE 2007 EN LA BIBLIOTECA DE SANTIAGO, CON GRAN EXITO. NUEVAS VERSIONES DE ESTE NOVEDOSO FORMATO VENDRAN EN EL FUTURO, Y PUEDEN SER REALIZADAS A PEDIDO.

sábado, 1 de diciembre de 2007

RUTINERARIO – LA SUICIDA




Estación 0

El sabor amargo del alcohol de anoche recorre mi boca. No puedo creer que salió el sol de nuevo, este maldito no se cansa de perseguirme. Estoy esperando que llegue pronto el día en que me decida y todo por fin acabe, el asco de mis latidos me inunda y quiero que se detenga; el dolor de mi cabeza me recuerda con náuseas que aún estoy viva y que debo moverme para vaciar mi estómago de tantas suciedades que he ingerido. Apenas puedo arrastrarme, mi vida es tan patética, no hay amor ni hay Fe, sólo el hambre y la desesperanza de no encontrar jamás la prometida luz.

Estación 1

Que confíe en Dios, dicen. Dios… ¿Quién es Dios? ¿Alguien lo ha visto alguna vez? ¿Alguien ha escuchado su voz? Dios puede ser un invento de nuestras pobres mentes, nadie ha logrado aún convencerme de su existencia. Entre los escasos metros de este departamento infesto, no hay nada que me lo recuerde, nada que me demuestre un ápice de su presencia. Lo único que tengo claro es que si Dios existe, claramente me ha olvidado.

Estación 2

Sola en mi departamento, recorro la nada con los ojos. De qué sirvió el esfuerzo, el sacrificio. Hoy sólo queda la ruina, el rastro de mis muebles que ya no están porque se fueron a pagar deudas de lo inútil. Sólo este colchón inmundo me recibe y no puedo dejar de pensar en que quiero que llegue el día en que no me vuelva a levantar.

Estación 3

Lo decidí. Hoy será el día. Me pongo con lentitud la misma ropa de ayer, ni para buscar otra tengo fuerzas, qué mas da. Comería algo, pero el refrigerador me informa de su incesante vacío, y además las náuseas no me permiten tragar nada. Me pregunto si a mis padres alguna vez les importó si yo respiraba aún… Hace ya tanto que no los veo, que no deben ni siquiera recordarme. Sólo soy un accidente. Y al maldito que me dejó, sólo le dejaré un perpetuo infierno de regalo.
Debo llegar a la farmacia. Ahí se encontrará la solución a este túnel sin fin. Qué Dios ni que nada; sólo vacío hay en esta tortura eterna.

Estación 4

Lo más terrible de todo esto es la soledad. Casi se siente el eco de mi respiración para qué decir el de mis pasos. Y lo peor es saber que no hay nadie que me quiera lo suficiente para dejar lo que está haciendo y venir a llenar por un rato este vacío. Sólo está la flaca… Pero hoy no quiero verla. No quiero ver a nadie.
Lo suficiente. Ni siquiera sueño con creerme una princesa para alguien, a lo más parezco una bruja. Este dolor es demasiado fuerte como para liberarlo. Menos aún si no hay un por qué. Un por qué que sea suficiente.


Estación 5

Tengo de todo. Con este cóctel debiera terminarse, aunque la mala suerte me persigue. Estoy en los huesos, sólo mi respiración me hace ver viva, no comprendo cómo abro los ojos todos los días. Pero acabará. Esta vez debe resultar; a lo mejor un plan B sería buena idea. Ojalá que a la flaca no se le ocurra venir hoy. Es la única a la que le di llave, después de esa vez que me enfermé por no comer en una semana… Me hizo jurarle que no lo haría de nuevo, que la llamaría si esto volvía a pasarme, pero ni para eso tengo energía. Además, no tiene objeto.


Estación 6

A lo mejor la flaca tiene razón, a lo mejor sólo ella me echará de menos. Pero ella tiene esa vida perfecta en que no entiende la desgracia. Mientras yo vivo medio muerta en esta rutina, de despertar, comer, agua, salir, vagar sin sentido…


Estación 7

El frasco pesa en mis dedos. Ni siquiera logro leer bien las letras, la vista se me nubla. Entre las cajas que había en casa y las que traje, no tengo ni idea de la cantidad de cosas con las que cuento. Sólo me queda rezar porque sea efectivo y porque la botella de pisco barato me libere pronto de percibir esta realidad maldita.


Estación 8 – Estación Rutineraria

Somos muchos los que andamos por Santiago queriendo desaparecer de él. Nos escondemos tras nuestras mentirosas caras que dicen que no nos importa, mientras nos carcomemos por dentro y nos maldecimos por ser tan cobardes por no intentarlo o tan inútiles de no haberlo logrado. Las sonrisas nos parecen falsas, todos ustedes nos mienten también haciéndonos creer que son felices, burlándose de nuestra desgracia. Y se asombran cuando en las noticias uno de los nuestros lo logra. Un instante de felicidad nos da por él que lo logró pero nos come la envidia porque no nos resulta. No importa lo que digan los loqueros, las madres, los hijos: Nadie logra comprender el pesado yugo de la vida ni nuestro afán por librarnos de ella. Dénse cuenta de una vez: La verdad es que no hay esperanza.

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